Noche de verano, una pequeña luciérnaga titila ante mis ojos, luego emprende vuelo y yo con ella.
Vuelo a mi infancia, a esas noches de calor que invitaba a grandes y pequeños a sentarse en la puerta de sus casas.
Veo…veo un viejo tapial y veo a mi abuela reposando en su sillón; veo a mi hermano ;pequeño, un niño flaco de piernas muy largas que juega con sus amigos un picadito bajo la luz de la calle, veo a mis viejos charlando con los vecinos de enfrente ; me veo yo… niña.
Respiro...respiro el aire caluroso y siento aromas frescos.
Escucho... escucho la música que sale de un viejo grabador comprado con ahorros y la musiquita del “Tiqui Tiqui”, un heladero que manejando una motoneta con sombrilla nos llama a comprar (Y la abuela nos compraba)
Y el recuerdo de ellas, muchas, muchas y pequeñas luciérnagas que jugaban en el jardín…
Como todo niño quería atraparlas para guardarlas en un frasquito de vidrio y colocarlas junto a mi cama para que alumbraran mis sueños, aquellos sueños que hoy, en gran parte he podido cumplir.
¡De vez en cuando pequeñas situaciones nos dan la posibilidad de remontarnos a la infancia!
¡Y esta bueno!! ¿No?
LUCIÉRNAGAS
Llega la noche, el sol con pijama dorado se fue a dormir y una media luna se sienta en el cielo a leerle cuentos a las estrellas.
Y ellas están ahí, pocas, pero están ahí, formando una ronda que se enciende y se apaga al girar.
No tienen equipaje, solo llevan en su barriguita una pizca de luz para alumbrarse en la oscuridad.
¿Pequeñas luciérnagas o pequeñas hadas que salen a jugar?.
Algunas vuelan bajito y otras… aún más bajito.
Laly